BREVE GUIA DE SAN ROQUE PARA FORASTEROS




San Roque es una necesidad. Es como respirar, comer o volver a Llanes cada mes de agosto. Algunas teorías sostienen que los sanrocudos nacemos con un detonador imbricado en el ADN que, llegado el momento, se activa para desencadenar una explosión de consecuencias incontrolables. Otras, más en la línea del libre albedrío, aseveran que abrazamos la causa de la hiedra y las siemprevivas como consecuencia directa del entorno: familia, amistades, barrio o pueblín en torno a la Villa en el que naces. La tercera vía, más silenciada, sostiene que podría influir cierto componente de rebeldía —consecuencia directa de venir al mundo en el seno de otro bando— y, por cuestiones de autoafirmación, derivar hacia un contrario. Y, por último, una cuarta corriente, de carácter marcadamente espiritual, habla —por qué no— de llamadas de apasionado fuego directas al corazón.

San Roque no sabe de censos, no es propiedad de los nacidos en la comarca ni de los forasteros (que se dividen en dos categorías: los veraneantes —personas enamoradas de Llanes que son parte imprescindible del paisaje estival y a las que ningún autóctono se atrevería a pedir, jamás, justificación alguna— y los turistas —que podrán repetir verano o no, pero que siempre llevarán consigo, bien dentro, el primer 16 de agosto de sus vidas—).

San Roque genera adicción. Es otra de las verdades absolutas del Universo. Lo sabemos bien porque aquellos años en los que no pudimos estar vivimos los 16 con absoluta melancolía y tristeza. Días frustrantes que, a duras penas, sobrellevábamos imaginando cada momento, cada minuto y segundo: ahora están reuniéndose en el parque, ahora empieza el pasacalles, ahora los vivas se oyen más fuerte porque retumban con gloria entre las estrecheces de Castillo y Mercaderes, ahora llegan a la Basílica, ahora algunos se escapan al Bodegón, ahora empieza la misa solemne, ahora todos buscan su sitio en la procesión, ahora entran en la plaza, ahora no pueden evitar que la emoción los domine, ahora…

San Roque es amor. Amor en la mirada sufriente, estoica y bondadosa del Santo, amor en los que lo portan en andas, amor en las personas que visten a aldeanas y porruanos desde las seis y media de la mañana, amor en los que ensayan a los peregrinos (aquellas tardes interminables de principios de agosto en las que habríamos preferido estar en la playa o jugando en algún merendero y que hoy recordamos con nostalgia), amor en los que bajan de los pueblos con los Ramos, amor en los que cultivan siemprevivas y las reparten, amor en los que organizan los juegos y competiciones para pequeños y no tan pequeños, amor en los que hacen números y cuadran las cuentas para ofrecer fuegos y verbenas espectaculares, amor en los atienden la flagship store (vaaale, perdón, el puestín) de la calle Mercaderes frente a Rozas para vender camisetas y carteles y regalar los programas —aprovechamos para recordar a los ilustres miembros de este Bando que no olviden abonar la simbólica y necesaria cuota anual—, amor lacrimoso en los ojos de los mayores y amor deslumbrado, brillante, en los ojos de los recién llegados.

San Roque es generoso por naturaleza y un hombre avanzado a este y todos los tiempos por su demostrada visión a largo plazo (sólo él nos sobrevivirá a todos y cuida de los que se nos fueron). Y es que nuestro Santo siempre está dispuesto a acoger a nuevos miembros en su muy noble y extensa familia. Y es ahí —cuando uno ejerce de embajador del Bando e invita a la Villa a un futurible— cuando lo mucho que esta fiesta arraigada e invencible significa vuelve a cobrar sentido en modo mejorado y amplificado. El milagro se repite, porque hacer vivir a un forastero San Roque por primera vez es como tener hijos y volver a creer en los Reyes Magos. Y tú, tú que aún no sabes muy bien qué es eso del traje de porruano, ni cómo atraviesa el corazón el España Cañí, ni cómo suenan mil gaiteros en armonía, ni cuan grande será el dolor de tus pies al final del 16 de agosto de 2017… tú, tú gritarás con toda tu alma y junto a nosotros ¡Viva San Roque y el perru!

Fruela Zubizarreta,
Sanrocudo desde 1968

 
       
   
       
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